medio ambiente, ...otra víctima más de la guerra

Todos alzamos la voz para gritar «!NO¡» ante un conflicto bélico pero, una vez finalizada la guerra, el tema deja de hablarse, se olvida. En cambio, los lugares atacados sufren las consecuencias durante mucho tiempo después de restablecerse la paz.

Los seres humanos y también el Medio Ambiente resultan heridos de forma muy grave. Pero el hombre, como único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, parece no aprender la lección o no recordar la historia.Hace sólo 58 años, el bombardero norteamericano Enola Gay dejó caer sobre Hiroshima (Honsho, Japón) a little boy, nombre en clave de la bomba de uranio.
Este ataque nuclear acabó, de forma absoluta, con todos los seres humanos, plantas y animales en dos kilómetros a la redonda del lugar de la explosión.

Por el fuego y el calor producido murieron 150 mil personas en una ciudad con una población de 350.000 habitantes... Esta cantidad de víctimas no sirvió para que los norteamericanos, bajo la presidencia de Truman, lanzaran una segunda bomba para ratificar su dominio. Esta vez fue sobre la ciudad de Nagasaki (Kyushu, Japón).
Sólo tres meses después del little boy, el fat boy, una bomba de plutonio, era proyectada por el Bock’s car, matando a 250 mil personas. La ciudad entera ardió y las tormentas de fuego alcanzaron los sesenta kilómetros por hora.
Los pocos supervivientes de Nagasaki, expuestos a lluvias radiactivas, sufrieron las consecuencias con el tiempo. Miles de niños y adultos perdieron la vista, otros sufren distintos tipos de cáncer debido al contacto con la radiación.

Veinte años después (1965), Estados Unidos volvió a actuar, en esta ocasión sobre Vietnam. Experimentando con armas químicas y biológicas, el setenta por ciento de los poblados quedaron destruidos, diez millones de hectáreas de tierra inutilizadas, una quinta parte de los bosques del país demolidos y más de un tercio de los lagos de Vietnam del Sur desaparecieron.
Alrededor de treinta años después, esta zona que anteriormente había sido muy rica en cuanto a vegetación, cuenta sólo con unos pocos arbustos.No tan lejana, la Guerra del Golfo (1990-91) nos demuestra como los conflictos armados demolen un país, a su población y a su entorno.
Durante este ataque, el desierto sufrió daños muy graves, unos diez millones de

El gran flamenco, una víctima de la guerra de 1991 . metros cúbicos de petróleo fueron derramados sobre él. Según el Instituto de Investigación Científica de Kuwait, los vehículos militares y los movimientos de terreno, afectaron más de 900 kilómetros cuadrados de desierto. Como consecuencia, las dunas avanzaron.
Además, los tanques, camiones y demás maquinaria pesada que se utilizó, traspasaron el suelo y asolaron la vegetación.

La contaminación que se produjo durante el conflicto del Golfo, afectó a las costas de Kuwait y a las de Arabia Saudí.
En estas zonas se paralizó toda la actividad pesquera. Los últimos estudios realizados demuestran que algunas especies, como la gamba, parecen haberse recuperado, pero otras, como las tortugas, jamás volverán a los niveles anteriores a 1991.

Al quemar los pozos petrolíferos, la comunidad científica dudaba de los posibles efectos que tendría la gran cantidad de humo desprendida sobre las capas superiores de la atmósfera, si afectaría al cambio climático o si se producirían fenómenos como el monzón (irrupción de violentas y continuas tormentas).
Al poco tiempo, la temperatura subió varios grados y todavía no se han recuperado los niveles anteriores a la guerra. No se sabe si se recuperarán algún día.

Cuando acabó el conflicto, más de 300 lagos de carburante cubrían 50 kilómetros cuadrados de arena y todavía se encuentran capas de petróleo a no demasiada profundidad.

Si llega a producirse un ataque “preventivo” contra Irak, la historia volverá a repetirse y el Medio Ambiente será una víctima más. Puede que vuelvan a llover cenizas sobre Bagdad, donde también puede no verse el sol en semanas, por el humo procedente de pozos petrolíferos en llamas.

Ante esta posible guerra, la organización BirdLife International envió al Consejo de Seguridad de la ONU y al gobierno de Bagdad un informe con las principales amenazas para el ambiente en caso de producirse un enfrentamiento armado, y aseguró que el impacto sobre la naturaleza podría durar un largo periodo de tiempo.
El texto, que explica las amenazas sobre los ecosistemas y sobre las personas, también se envió al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El director de BirdLife, Dr. Michael Rands, afirma: «Como demostró la Guerra del Golfo, ese tipo de enfrentamientos tiene consecuencias devastadoras para el ambiente, la biodiversidad y la calidad de vida de la población, incluso cuando cesa el fuego». Rands también recuerda que las imágenes de aves cubiertas de petróleo se convirtieron en trágicos símbolos de la Guerra del Golfo. «Esperamos no ver lo mismo en 2003», completa.

El informe de BirdLifeEl 80 por ciento del territorio de Irak es desierto, el 15 por ciento estepa y el 5 por ciento humedales, costa, bosques y matorral de alta montaña.
Estos hábitats comprenden 42 Áreas Importantes para las Aves (IBA) en las que viven unas 16 especies que, en la actualidad, se encuentran en peligro a causa de la guerra de Irak.
Entre ellas destacan la Malvasía Cabeciblanca, el Cormorán de Socotora, la Cerceta pardilla, el Águila moteada, el Cernícalo primilla o el Pelícano ceñudo.

En este contexto y teniendo en cuenta los efectos que la Guerra del Golfo de 1990 tuvo sobre el Medio Ambiente, la organización BirdLife ha presentado un informe a la ONU, al Consejo de Seguridad y a Bagdad en el que expone las principales amenazas que la Guerra representa para el entorno:

Destrucción física y alteración de la fauna silvestre y hábitats naturales debido al uso de armas.
Contaminación tóxica de la fauna y de los hábitats debido a los vertidos de petróleo y a la combustión de pozos de combustible.

Contaminación radiológica, química o biotóxica por bombardeos y uso de armas de destrucción masiva.

Destrucción física de fauna y hábitats debido al aumento de presión humana causada por los movimientos masivos de personas que huyen de la guerra. Cientos de miles de refugiados necesitan grandes cantidades de agua y leña, en un hábitat donde ambos recursos son escasos.
Incendios en humedales.

Aplastamiento mecánico de vehículos sobre el desierto, que puede resultar dañado por décadas.

Extinción de especies endémicas.

La Asamblea General de Naciones Unidas declaró, por su parte, el pasado seis de noviembre de 2002 como Día internacional para prevenir la explotación del medio ambiente en los conflictos armados y en las guerras.
Con esta jornada se pretende recordar la importante destrucción ecológica que estos hechos causan: contaminación del agua y de la tierra, daño a los ecosistemas, etc.
Según Nick Nutall, portavoz del PNUMA, las zonas que han sufrido una guerra deben preocuparse de la restauración del medio ambiente. De lo contrario, sus habitantes sufrirán las consecuencias durante años después del conflicto.
«Para que no se resienta la salud de la población y podamos llevar a cabo un desarrollo sostenible, creemos que es importante insistir en la necesidad no sólo de hacer frente a las cuestiones humanitarias sino a las del medio ambiente a corto y largo plazo», señaló Nutall.

Miles de personas, militares y civiles, murieron el la I Guerra Mundial por el uso de armas químicas
Durante la II Guerra Mundial, el entonces presidente norteamericano, Harry Truman, tomó la decisión de bombardear Japón alegando que con ello salvaría a todas las personas que, de continuar la guerra, morirían.
También aseguró que atacarían sólo blancos militares.


Medio siglo después, el ahora presidente de Estados Unidos, George Bush, pretende atacar Irak y justifica su acción detrás de un teórico monstruo que puede destruirnos a todos.
¿Asegurará, igual que Truman, que sólo morirán militares o calificará a los muertos, la destrucción del país y el impacto medioambiental como daños colaterales?
La población iraquí constituye la principal causa para gritar
«!NO¡» a la guerra.
Unida a esta y a otras razones es necesario considerar la defensa del medio ambiente como un motivo más para oponerse a esta guerra “preventiva” absurda.


Redacción Ambientum

ética, conocimiento y medio

Uno de los principales retos a los que se enfrenta la Biología de la Conservación es justificar la necesidad de preservar la biodiversidad. Se han esgrimido razones económicas, científicas y también éticas. Las razones éticas plantean si puedese considerar correcto el comportamiento humano que implica una profunda alteración del medio natural y que pone en peligro la persistencia de numerosas especies y procesos ecológicos.

Aunque la relación del hombre con la naturaleza no es una cuestión nueva, la percepción actual del problema presenta elementos nuevos y será útil un breve repaso histórico.

Según la tradición judeo-cristiana, la naturaleza obedece estrictamente al designio divino. El papel del hombre es preponderante por ser la imagen y semejanza de Dios. Por tanto, está legitimado a alterarla siguiendo el mandato de creced y multiplicaos y de ganaros el sustento con el sudor de la frente. Ahora bien, todo elemento natural ajeno a esta actividad humana debido su escasa utilidad permanece como obra de Dios y en consecuencia debe ser respetado. Se reconoce su valor en cuanto exaltación de la grandeza de Dios. Aparte de este aspecto suntuario, bastante ajeno a la vida cotidiana, no merece mayor atención del hombre.

El Renacimiento y la Ilustración implicaron un encumbramiento del hombre. Su superioridad sobre la naturaleza no sólo provenía de la voluntad divina sino que se reflejaba en el intelecto. Este atributo superior justifica el dominio que el hombre puede y debe ejercer sobre la naturaleza.

La idea del 'progreso' es una consecuencia de este punto de vista y constituye una de las características de la sociedad moderna occidental. Muy pocas sociedades han valorado la idea de innovación como lo ha hecho la nuestra. El resultado ha sido una explotación masiva de los recursos naturales que ha alcanzado casi todos los rincones de la Tierra y ha alterado profundamente el medio natural.

Este fenómeno se inició en la época de los Descubrimientos, alcanzó su madurez en la era del Colonialismo y sigue incrementándose en la actualidad. Esta acción se ha considerado legítima por cuanto implicaba un progreso de la sociedad, uno de cuyos estandartes, el crecimiento económico, sigue siendo enarbolado como dogma generalmente aceptado.

La teoría evolutiva surgida en el siglo XIX acabará influyendo profundamente en la visión cosmológica de la cultura occidental.

El designio divino en la construcción del mundo deja de ser considerado como una intervención directa. El mundo biológico no es inmutable sino que se gobierna según leyes propias que implican cambios y ajustes continuos al medio.

La especie humana se gobierna según las mismas leyes, y es un eslabón más de la historia biológica de la Tierra. La aceptación de estos puntos de vista no se produjo de una forma inmediata, sino que ha ido cristalizando durante el siglo XX. Hasta hace muy poco tiempo este conocimiento no ha empezado a modificar la concepción del mundo que tiene la sociedad occidental.

Los puntos de vista más radicales reconocen que los elementos no humanos de los sistemas biológicos tienen los mismos derechos a persistir que el hombre, y en consecuencia cuestionan la legitimidad ética de alterar el medio natural. A pesar de las advertencias constantes de los científicos acerca de la disponibilidad limitada de los recursos naturales y de la inconsistencia de un modelo de crecimiento indefinido, el discurso predominante sigue hablando del progreso y del crecimiento económico, aunque recientemente haya incorporado el adjetivo de sostenible como primer indicio de un cambio de mentalidad.


Si nos centramos en nuestra sociedad presente, un breve repaso a algunos de los conocimientos científicos actuales más relevantes nos permite reflexionar acerca de la respuesta social frente a los problemas ambientales:

1.- El hombre y los procesos en los que interviene se rigen por las mismas leyes naturales que cualquier otra especie. No hay red de seguridad trascendente que proteja de los problemas provocados por la acción humana. Así, el hombre está sujeto a las mismas leyes de extinción que otras especies. La soberbia que lleva a pensar en la razón como salvaguarda de la superioridad del hombre y de su persistencia indefinida está cuando menos poco apoyada por la evidencia biológica.

Un corolario obvio es que los sistemas naturales son completamente aptos para persistir en ausencia de la especie humana.

2.- Los recursos naturales son limitados. Las reservas de recursos naturales no son infinitas y antes o después se acabarán agotando. La sociedad occidental tiene una fe ciega en su capacidad innovadora que le permitiría eventualmente solucionar este problema. Sin embargo, la persistencia de la especie humana durante centenares de miles de años no se ha debido precisamente a una histeria innovadora como la actual.

De hecho, la historia nos enseña que todas las sociedades complejas se han acabado colapsando y que 500 años no es todavía un récord de longevidad cultural.

3.- El mundo biológico se comporta en muchos aspectos como un sistema complejo. Probablemente el desarrollo de las teorías de este tipo de sistemas sea una de las innovaciones científicas con mayor potencial para cambiar la visión que tenemos del mundo. En muchos casos, nuestro esfuerzo en recoger información cada vez más precisa y en desarrollar ecuaciones más complejas no se corresponderá con un aumento sustancial de nuestra capacidad de predicción y control. Otro elemento básico de la nueva concepción del mundo natural es la importancia de la escala considerada.

A determinada escala podemos reconocer patrones, pero las características precisas del estado se nos escapan. Estas ideas no son nuevas para los físicos, pero para los ecólogos se ha vuelto imprescindible reconocer el papel de las escalas, permitiendo integrar en un mismo marco conceptual la incapacidad de predicciones a pequeña escala con el reconocimiento de pautas y procesos generalizables a escalas mayores.

4.- Existen mecanismos de regulación entre los distintos componentes de los sistemas naturales. Sin embargo, no se acepta una predeterminación en estos mecanismos. Sencillamente son el resultado de leyes de acción-reacción y de optimización en la asignación de recursos.

El hombre tiende a modificar la velocidad y los balances de estos procesos. La capacidad de alterar el medio se ha hecho tan grande que afecta profundamente el medio natural tanto a escala local como planetaria. Parece difícil que la acción del hombre llegue a exterminar toda forma de vida.

Sin embargo, en aquellas regiones en las que la acción humana ha sido intensa, es casi imposible concebir los estados posibles del medio natural en ausencia del hombre. Un medio natural completamente aislado de la sociedad humana puede considerarse tan artificial como una intervención directa.

A modo de síntesis, podríamos decir que el conocimiento científico cuestiona profundamente la perspectiva antropocéntrica. En muchos casos no es razonable pensar que sea posible conocer en detalle las consecuencias de la enorme modificación del medio causado por el hombre. No obstante, sabemos suficiente del funcionamiento de los sistemas naturales como para predecir que habrá consecuencias que difícilmente podremos controlar deliberadamente.

Es importante preguntarse por el derecho del hombre a alterar profundamente la naturaleza, particularmente cuando estas alteraciones no son realizadas para asegurar su supervivencia. La postura ética es fundamentalmente personal y social, pero sin el conocimiento aportado por los científicos esta postura carecería de importantes elementos de juicio. Un elemento de ayuda a la hora de escoger una opción podría ser considerar la relación de otras especies con el medio. Sin embargo, la única pauta común es probablemente la inexistencia de predeterminación, una diferencia sustancial con el comportamiento humano.

Otra postura no demasiado útil es reconocer que las relaciones con más éxito son aquéllas que permiten el mantenimiento de la propia especie, lo cual no deja de ser tautológico y por tanto obvio.

Las opciones éticas deben plantearse qué grado de alteración del medio es aceptable. Las respuestas socialmente aceptadas están entre una alteración del medio que no ponga en peligro la especie humana y una alteración que no amenace la conservación de ninguna especie.

En medio pueden existir posturas que permitan la conservación de ciertos procesos naturales dentro de unos límites similares a los que habría sin la presencia humana, aunque para ello pueda desaparecer alguna especie poco relevante en el mantenimiento de estos procesos. Tampoco hay que excluir opciones que consideren únicamente la preservación de un determinado tipo de sociedad o cultura.

En cualquier caso, no debemos olvidar que la elección de una respuesta social es un proceso complejo, fruto de numerosas interacciones, y que el futuro de la sociedad depende en gran medida de estas tendencias colectivas. Es interesante observar que no existe un mecanismo preciso que permita el mantenimiento indefinido de las culturas, a pesar de la supuesta racionalidad que impera en las decisiones humanas.

Por lo que respecta a la sociedad occidental moderna, sus acciones difícilmente serán capaces de extinguir de forma inmediata la especie humana, y mucho menos todas las formas biológicas, aunque no podamos decir lo mismo de su propio modelo socioeconómico y cultural.

política medioambiental en España

España posee una gran diversidad de medios naturales debido a su variedad climática y de relieve.

Llanuras, mesetas, montañas y valles se combinan con distintos tipos de climas y con diferentes tipos de vegetación para dar lugar a una rica gama de paisajes naturales que debemos conocer y cuidar.

La intensa actividad humana afecta al paisaje y lo deteriora. Por eso se han creado leyes destinadas a protegerlo y conservarlo en las mejores condiciones posibles.

En la CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA. Artículo 45 se reseña : "Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo. (...)"

La riqueza paisajística de España sufre continuas agresiones debido a la intensa actividad del ser humano. Esto ha obligado a tomar medidas de protección para conservar en las mejores condiciones posibles nuestros espacios naturales.

En la actualidad, los principales problemas medioambientales de España son:

• Alto riesgo de desertización.
• Abundancia de incendios forestales que aumentan la desertización.
• Contaminación ambiental y vertido incontrolado de residuos.
• Contaminación de las aguas marinas.
• Urbanismo poco planificado sin tener en cuenta el impacto ambiental.

Por todo ello se ha desarrollado una política destinada a proteger el medio ambiente que se ha traducido en la creación de espacios naturales protegidos.
Entre todos ellos hay que mencionar tres tipos de espacios fundamentales:

PARQUE NACIONAL
Espacios amplios no alterados por la ocupación humana.
Tienen especies vegetales, animales y paisajes de gran interés y belleza.
Son controlados por el Estado y las Comunidades Autónomas.
DESTACAN: Covadonga, Ordesa, Doñana, Cabañeros, Timanfaya, Garajonay o Aigües Tortes.


PARQUE NATURAL
Espacios controlados por las Comunidades Autónomas, protegiendo espacios con criterios naturalistas, paisajísticos y culturales.
DESTACAN:
Cazorla, delta del Ebro, Sanabria, albufera de Valencia, Monfragüe, sierra de Gredos o Moncayo.


RESERVA DE LA BIOSFERA
Zonas declaradas por la UNESCO como espacios de interés paisajístico o faunístico.
DESTACAN:
La Mancha húmeda, la sierra de Grazalema, el cabo de Gata o la isla de Menorca.


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